Mi jefe ordena y yo tengo que morirme tres veces al día para conseguir llevar a cabo sus órdenes. Cambiar agendas, conseguir invitaciones. He organizado yo solita la última fiesta de cumpleaños de su mujer. Tenía que ser algo inolvidable para ella y para los invitados. Os juro que estuve semanas sin dormir. La fiesta fue un éxito y su esposa estaba emocionadísima con todo: "cuando se me case la niña, me organizas tú todo porque haces verdaderas maravillas". De hecho ya me he puesto a pensar en ese futura boda, y la "niña" ahora mismo tiene 16 años.
La cosa es que recibo la llamada de mi jefe unos minutos después de dejar a mi hermana en su hotel:
- Domínguez, mañana comida en La Antorcha. Vestido negro, tacón fino, moño curioso, y perlas.
¡A joderse, oiga!। Siempre me llama por mi apellido। Y no el primero que es Torres, sino el segundo que sabe que odio (debe ser por eso de Domingas, que me parece una vulgaridad). O sea, que me tengo que pasar un día de descanso como es el Domingo comiendo con mi jefe y algún importante. Porque cuando me especifica el restaurante y me exige un cierto vestuario...
Por ropa problema no tengo. Todo aquello que las revistas de moda dicen que es de fondo de armario lo tengo. Y vestidos negros tengo hasta decir basta. La duda que me asalta es si debía ir escotada y sugerente o, por el contrario, más casta. Me decidí por el vestido negro más simple y me puse un chal negro por encima. Bolso pequeño con lo justo, y mis Pura de tacón fino finísimo. Encuanto al moño, siempre he sido muy fan de "Breakfast at Tiffany´s" y no era complicado. Las perlas se las tuve que pedir a mi vecina Sole, y descubrí que es una gran entendida: " japonesas,australianas, naturales, de río. Chica, ¿dime algo?. No digas nada, las australianas que seguro que vas a un sitio caro. ¿Adónde vas?. Calla, no me digas que tampoco quiero ser una entrometida". Amén. Al menos pude pedirle perlas y ya pude decir algo.
Llegué al restaurante y ya estaba mi jefe: "Domínguez, está perfecta. No se corte en comer lo que quiera y ante todo relajada". Os diré que era la primera vez que mi querido señor me tenía un poco en consideración. Entramos y fuimos conducidos a la mesa... ¡Un momento!, pero si íbamos a la mesa de mi escritor favorito, Críspulo Torres (como mi primer apellido. Así me empecé a interesar por él). Lo primero que pensé era que mi jefe se había convertido en un genio y me estaba concediendo deseos, pero luego pensé que se quería cerrar un contrato con Críspulo, lo más lógico trabajando en una editorial. Este hombre era el último premio Usandizaga de Narrativa de la Prospección del Alma por su libro " Calla, me lo dijo el viento". Me he leído toda su obra, y este último lo habré leído 5 veces ya. Pero, lejos de actuar como una fan literaria (que puede ser una frikada del 15), me comporté como una secretaria entregada a su trabajo y hasta me gusté. Pero no podía dejar de mirarlo a los ojos, verdes, su pelo salpimentado (sí, tiraba a gris y tenía unas canitas que me volvían loca), su voz de "hombre de mi vida". Todo esto con disimulo, ni se enteró.
Ellos, mientras yo comía, hablaban de sus andanzas de Universidad. Descubrí que eran amigos desde hacía un montón de tiempo। Para nada se habló de contratos, nueva novela... De repente le sonó el móvil a mi jefe: "Domínguez, me voy। Quédese con mi buen amigo। Es un imprevisto que me ha surgido". Y me susurró: "sé que sabrá dejarle buena impresión". ¡Oh,Dios! mi jefe ahora mamporrero de mi persona!!!!. Me gustó la idea. Estuvo hablando de trescientas cosas. Supongo, porque yo lo miraba y hacía que escuchaba cuando ya me estaba imaginando viajando con él, con niños, en actos oficiales del Rey. En medio de tanta ensoñación me coge de la mano y me dice que ya me conocía desde hacía mucho tiempo porque éramos almas gemelas. No lloré por los ojos, pero por otra parte de mi cuerpo surgió un pequeño .Pensé en Cleofé que me haría hasta un homenaje por tal "caza". Ya no tendría que andar de secretaria-organizadora de eventos para un tipo que me llamaba por mi segundo apellido. La libertad estaba cerca, y no iba a dejar escapar a este premio. Si hacía falta me hacía cirugía o me dejaba hacer el anal, si esto lo retenía.
Y, justo, cuando íbamos a besarnos: "Críspulo, no te gires। Ha llegado tu hora y no quiero que tu bello rostro se llene de sangre"। Sonó un disparo.El resto del salón estaba debajo de las mesas y el asesino se había ido. De la espalda de mi "amado" no paraba de brotar sangre y mi reacciónfue: "No, noooo!!! Críspulo, reacciona. Una ambulancia, llamen a una ambulancia. Se me va. No puede ser. Qué desgracia. El destino me lo arrebata así como me lo trae". Vivo las cosas con intensidad y muchas veces no mido mis palabras. No dudé en "inventarme" un torniquete alrededor de su espalda (parecía una geisha, porque no escatimé en dejarle un lazo curiosito) con mi chal de mercadillo.
Aparece mi jefe, la gente sale de las mesas y se pone a aplaudir. Críspulo se levanta y yo me desmayo.
Al despertar lo primero que vi fue la cara de la mujer de mi jefe: "Cariño, Azucena. Soy Sandra. Has estado maravillosa, yo aposté por tí. Gabriel (mi jefe) quería que esto lo hiciese Valeria por su trayectoria de hombres, pero yo creo que no daría la talla".
O sea, que fui invitada al restaurante más caro y mi escritor favorito me sedujo para ver la reacción de una mujer ante la pérdida del amor de su vida. Críspulo quería experimentar esta situación para saber cómo expresarla en su última novela. Por lo visto llevaba tres meses estancado.
Siempre que me pasan cosas que me pueden poner furiosa, lo primero que me pasa es que me quedo tan callada y tan tonta que no reacciono. Luego llego a casa y me altero. Llamo a alguien y suelto demonios por la boca. Pero ya no sirve de nada. Algo sí pude decir y con cierta maldad, porque reclamé mi chal: "fue una compra que hice en Bulgari, cuando mi viaje a NYC". Me abonan un dinero por un chal que me costó 3€ y con regateo en el mercadillo. Suerte que no lo dudaron porque las perlas que llevaba eran carísimas y ya entendieron que no podía llevar un chal "anónimo".