Siempre que coincide un festivo en el que no se hace puente y abren los hipermercados, me lanzo a hacer una compra en condiciones. Hoy no iba a ser menos.
Antes tuve que llevar a mi madre a los diferentes cementerios de la zona para rendir un cariño y un "aún no te hemos olvidado" a: mi padre, mis abuelos, y las primas de mi madre Delia y Salomé. Nunca antes había oído hablar de ellas pero lo suyo tienen (el centro de flores era espectacular, más que el de papá). Total, que mi madre me explicó lo de sus primas: murieron de niñas pero su nacimiento trajo un milagro consistente en salvar la economía familiar. Al nacer ellas y morir en cuestión de días, el ganado que estaba muy mal se recuperó. Esto mis antepasados lo vieron claramente como un milagro. Y mi madre como ahora vive en un convento anduvo moviendo los hilos buscando su betificación y, si surge, la canonización:
- Si de verdad quieres a tu madre y quieres que yo recupere mi amor hacia ti, debes venirte conmigo y las hermanas hasta Roma este fin de semana. Y pide el lunes por si las moscas.
Os juro que por un momento pensé que tenía más hermanas, aparte de Susana.
Después de dejar a mi madre y de quedar yo chafada para el resto del día, me metí en un centro comercial. Oye, repleto de gente. Los problemas que tienen los centros comerciales para una mujer como yo es que nunca llego en plenas facultades al hiper. Esta vez no podía ser menos.
Las tiendas de ropa me cegaron y las de cosmética ni te cuento. Probé un montón de cosas y con otro montón salí de las tiendas. Un vestido, dos jeans, un trajecito para las comidas de empresa con mi jefe que me queda, tres blusas, cuatro pares de zapatos (tres de ellos iguales pero en diferente color), y un bolso que no me convencía pero que me llevé porque había una tía mirándolo mientras yo lo tenía entre mis manos. Ya le sacaré partido.
En las perfumerías pues hice la"compra": champú, jabones, contornos de todo tipo, retensores, serum, desodorante de menta, un perfume, y dos alargadores de pestañas ( digamos que los dos me parecían tan buenos que no podía llevarme uno solo).
Como ya dije al hiper llegué y metí en el carro todo tipo de bollería. Y helado (tenía que animarme y no era plan el que pasase por caja con vodka y whisky una mujer como yo). Soy un desastre porque luego tengo que comprar en días laborables en los supermercados y cuando están a punto de cerrar. Esto no pasaba con Gregorio porque a él se le daba de bien llevar la despensa al día... pero no puedo andar pensando en él a cada rato.
Salí del centro comercial cargada de bolsas y haciendo ruido con mis tacones (es como marcando territorio ante la competencia y diciendo "aquí estoy yo" ante todo hombre que se atreva a mirarme más allá del escote. De repente el sol me iluminó y me entró un subidonazo de energía.
Llegué a casa y llamé a Cleofé. Quedamos para comer en un italiano. Y menos mal que pudimos comer porque una llamada de la cuidadora de su niño y ya me dejó sola y teniendo que pagar una cuenta que parecía que habíamos invitado a media sala. Bueno, cada una nos tomamos tres postres y eso sube.
Al volver a casa me di cuenta que no podía pasar la tarde encerrada. Ni leer, ni ver una película me llamaban la atención. Así que me puse a rebuscar en el armario y... Bingo. Allí estaba mi vestido negro, escote cuadrado, y ceñido. Tan ceñido que no deja lugar a la imaginación. Tenía ganas de ponérmelo. Me lo puse y anduve correteando por casa. Me pinté los labios de un profundo carmesí, metí los pies en unos taconazos y ya estaba lista para salir.
"Salir sola". "Eso es de locas". "Estoy loca". Me cogí el bolsito de ocasiones de sexo (revisando antes que los preservativos no habían caducado ni sufrido desperfectos). Entré en "Winston", un bar donde la luz es tenue, la música relajante, y el whisky el mejor. Pasé de la mesa y a la barra me fui. Charlé con el camarero:
- Aquí se está como apartado del mundo. No llega la claridad del día y se pierde la noción del tiempo. Esto es maravilloso.
- Esto es marketing, no te jode- sí, al camarero le jodía trabajar un festivo.
El primer vaso fue un visto y no visto, pero el segundo lo saboreé y bien. No había mucha gente pero yo ya me había fijado en un señor. Hoy estaba loca. ¿Un señor?. Nunca se me pasaría por la cabeza liarme con un viejo. Sólo lo miré: alto, distinguido, un rolex, y ¡salpimentado!. Me empecé a imaginar el sexo con viejos. Pero viejos como éste: a-trac-ti-vos.
Se acercó. Pensé que me iba a "entrar". Sólo se sentó al lado porque había servilletas ( me creo el ombligo del mundo).
- Su bolso está en el suelo. ¿No sabe que es símbolo de mala suerte?.
- Sí. Significa que el dinero se va corriendo-fui valiente porque le contesté mirándole a la cara.
Noté su perfume. Intenso, lo llenó todo. La voz sugería tantas cosas.
- Yo es que no le tengo miedo a la pobreza.
- Hace muy bien usted. El dinero no es importante. Se lo digo yo que soy directivo de un banco.
Aquí la cosa se ponía interesante. Un pez gordo. Me estaba empezando a olvidar de la posible edad de este señor.
- Fernando. Me llamo Fernando. Es la primera vez que vengo aquí y veo que me va a gustar. Soy soltero y debería pensar en casarme. A ver a quién le dejo la herencia.
Rió él primero. Yo tardé un poco (me estaba viendo de novia y a los invitados pensando que el viejo no era el novio sino el padrino).
Hablando y hablando llegamos a lo interesante:
- Vayamos a un hotel. Estaremos más tranquilos y podremos seguir bebiendo.
Simplemente me levanté y nos fuimos a un hotelazo que no era de 5 estrellas, era de constelaciones. En recepción lo conocían (dato que verifica lo pez gordo que era). Subimos y la llave era de una suite. ¡Qué lujo!. Fue cerrar la puerta y empezar a comernos a besos. Sentí que estaba besando a Clark Gable.
Me tiró en la cama y me fue desnudando poco a poco, mientras yo intentaba abrir su camisa. Descubrí un torso forjado con el paso del tiempo. Sus pectorales eran dos rocas tersas y, al abrirle el pantalón descubrí un sexo hermoso, como nunca antes había visto.
Lo primero que hicimos fue un 69 en toda regla. No podía parar a pesar de que el placer me invadía y me llevaba a un estado de éxtasis, pero del tipo de éxtasis que dudo que conociese Santa Teresa. No dudó en cogerme y hacerme el amor de pie. Le siguió un coito bestial en la cama, el suelo donde me puse a cabalgar encima.
El jacuzzi fue lo último. Nunca me habría imaginado que un cincuentón podía tener tanta energía. Lo vi como un dios. Caí rendida en la cama y con un albornoz del hotel. Me desperté al poco pero Fernando ya no estaba.
Había un sobre. Seguro que se disculpaba por haberme abandonado. Pero en ese sobre había 5.000€ (1.000 por cada cosa que habíamos hecho). No podía pestañear siquiera. Metí el dinero en el bolso y me fui de la suite. Dejé las llaves y pedí un taxi.
Ahora estoy más calmada pero al salir del ascensor me dio un ataque. Como no, Sole lo dijo todo. Me vio con el sobre:
- Azucena, por Dios. Si tan mal de dinero andas pide que te presto. O te haces unas horitas en la mercería. Pero la prostitución, aunque dinero fácil, te va a dejar pesadillas y problemas de conciencia. No digas nada, que yo no te repruebo. Pero espero que la próxima vez te lo pienses.
Ahora duerme que lo necesitas.
Pues eso, ante la imposibilidad de contar algo me metí en casa. Sole es muy lista, ¡pero tanto!. Nunca dejaba de sorprenderme sus grandes dotes deductivas. Hasta que me miré al espejo. Lo que vi fue a una mujer que se había equivocado en el estilismo. Iba de puta. E imaginando el color de labios que me había echado me puse a llorar.
¿Por qué me tiene que pasar a mi?. ¿Cómo alguien me haya visto entrar con ese señor en el hotel?. Dios, ahora llevo tatuado en la frente: 1.000 por coito. Horrible. Quería llamar a Jorge para trata de buscar consuelo, pero mejor no. Si se llegaba a enterar Richard lo mismo me venía a quemar viva.
Ahora ya estoy más calmada después de otro baño y el visionado de "Mary Poppins". Y el dinero. Pues me lo quedo. Trabajo me costó y así contrarresto el pastón que me dejé por la mañana en el centro comercial.