Atención: sólo si eres más de corto que largo plazo podrás entrar en la aventura.

domingo, 23 de diciembre de 2007

LA PSICOLOGÍA DEL SER.




"Qué, bueno. Azu, tenemos que ir. Es el mejor. Merece la pena".

A tí te sueltan esto en una cafetería sin darte más detalles y no puedes evitar cierta curiosidad. Jorge fue el que me dijo esto. Se le notaba emocionado con lo que quiera que fuera.

- Es de las pocas veces que viene a España y que va a repartir un poco de su genialidad.

Soy tonta. Ante esta última frase ya no necesitaba pensar más: " es Woody Allen y va a dar un concierto en la ciudad. Hay que ir". Y sin preguntar nada y con la mirada llena de luz le dije a Jorge que iría y a la hora que fuese. Woody Allen es ese tipo de personas que me despierta mucho interés porque parece que siempre va por el mundo como si la cosa no fuese con él. Y me encantan los conciertos de pequeño recinto donde uno está sentado y puede relajarse. La pena era que no podría venirse Ale que nuevamente estaba fuera de la ciudad. "Pero a La Puta Profiláctica, digo Diego, le encanta Woody Allen". Así que se lo dije. Diego hasta lloraba de la emoción pero planteó una duda que debí tomarme en serio:
- Pues no sé dónde tocará. Además, no he visto ningún tipo de noticia en periódicos ni en las programaciones culturales del mes.
- Tú no te preocupes que Jorge ya se encarga de que tengamos la entrada. ¡Dios!, no sé qué ponerme.
Al final me decidí por un vestido negro que no es nada ostentoso y con el que siempre quedas bien aunque vayas a buscar la droga a las 3000 viviendas. Diego se compró todo el equipamiento en Custo. La ocasión lo merecía aunque los próximos meses se los pasaría racaneando comida en casa de amigos.
- Jorge, ¿pero tú qué haces de chándal?. ¡ Hijo, que seguro que llegamos tarde!- le dije con cierta indignación.
- Pero si yo ya voy así. No sabía que era para vosotros una ocasión tan especial.
- Hombre, Woody Allen bien lo merece - decía Diego sin quitar el ojo a sus zapatos.
- ¡Ah, claro. Woody Allen!. Ja, ja, ja. Bueno, pues vayamos que sino tendremos que "escucharlo" de pie.
Llegamos al teatro de La Magnolia y no parecía haber mucha gente. Me fijé que algunos iban con ropa muy "cómoda", casi como Jorge. Por allí vi a Mateo Ibarguru, un psiquiatra argentino del que tenemos los derechos de publicación en España. De vez en cuando hace terapias de grupo por el mundo adelante y es todo un superventas (no tanto como Roy, claro). Así que me dije: "al menos alguien conocido, que va con una especie de túnica pero es lo que tiene ser una celebridad".
Entramos en el teatro y la gente estaba en el escenario alrededor de un círculo de espejos:
- Azu, ¿ seguro que venimos a ver a Woody o estamos haciendo escala antes de ir a verlo - dijo Diego con preocupación.
- Venga, vamos al escenario que lo pasaremos bien - propuso Jorge.
Y esto fue lo que pasó:
Apareció Mateo Ibarguru entre aplausos, hubo un silencio y de repente:
- Me he desnudado. Como pueden ver estoy completamente desnudo delante de todos ustedes y no siento reparo. Me siento bien y me muestro como soy, sin capas, y con mucho valor.
La gente comenzó a desnudarse, Jorge incluido y Diego al ver el percal ni lo pensó una sola vez.
- Vaya, tenemos una tímida. Venga aquí.
Lo que me faltaba, y vestida como para ir a ¡un jodido concierto de Woody Allen!. Me puse a su lado y pude observar que era un hombre muy atractivo, y no podía dejar de observar su sexo circuncidado y bello. Una polla hermosa. Su sexo llegó a la plena erección y yo allí tan vestida, tan violentada.
- No he podido evitar que mi pene adquiriese cierta autonomía frente a esta piba tan guapa. Esto me pasaría vestido también, así que no es diferente.
Me dejó irme a mi espejo, donde me desnudé y desnudé mi alma. Me empecé a ver a mí misma como nunca antes lo había hecho. Sólo pensaba en mí como un pequeño punto en el mundo que tenía que sobrevivir al día a día con otros tantos puntos. Todos buscando lo mismo: el equilibrio de nuestra alma con el entorno. Pero es en ese momento en el que empiezas a ver que simplemente eres nada y que no te aprecias, que dejas que los demás no reparen en tu interior, y que no eres la dueña de tu vida. Te dejas llevar por esas pequeñas corrientes que son los impulsos. Y ahí es donde te decides por un bolso por el que no puedes pasar sin él un día más, te mientes a tí misma vistiéndote de la manera más elegante que consideres para ocultar a los demás ese verdadero yo que nunca ha salido de esa cueva en la que se ha convertido tu cuerpo.
No pude evitar empezar a llorar y llorar. Me tiré al suelo y lloré como una niña, pateleaba, y en un ataque de ira rompí el vestido en mil pedazos. Me odié por todo aquello que había hecho en estos años y que ahora me hacía sentirme artificial. Mateo se acercó a mí y me dijo:
- Eso que hacés es muy bueno. Ahora que ya sabes lo que ha sido artificio, pensá en lo que merece la pena de tu vida.
Y sí. Merecen la pena los amigos, los paseos por la ciudad hacia ninguna parte en concreto, la música al despertar, las risas de mi madre, la vida por fascículos de mi hermana, la sonrisa de la gente a la que dejas sentarse en el metro, las conversaciones espontáneas en la editorial, Ale...