Un chocolatito caliente y me meto en cama. Os preguntaréis que por qué. Pues porque ayer fue uno de esos días que en la editorial llamamos "día suicida".
La cosa va de estar hasta bien tarde trabajando y haciendo de todo. El de ayer fue un día candidato a "día de suicidio colectivo": nos vimos solos, sin los máximos responsables y teniendo que acabar informes de todo tipo para mandar a la central francesa.
Se vivieron momentos de tensión, lágrimas, introspección emocional, pero nada de fiesta. Sofía fue la única que tuvo unos momentos de relax. Nuestro querido "pistolero" Raúl vino para dar ánimos a la gente en general y sexo de jovencito con grandes energías, y por lo visto grande también de lo otro, para Sofía en particular. No es que fueran pareja, sólo había encuentros:
- La última vez me colé en el taller de su padre y nos lo hicimos en un Supercinco destartalado - decía con ojitos golosos Sofía.
- Anda que son ganas. Yo hace tiempo que soy de la opción de que si quieren que me deje so-me-ter en un coche, o un Lexus o nada - gritaba Diego desde algún lugar de la oficina.
La sala de juntas se convirtió en un picadero con grandes posibilidades para Sofía y el cachorro.
- Eso que se ahorra la Sofi, que así no se va a países exóticos en busca de lo que ahora tiene en la sala - argumentó Nuria que estaba cargada de carpetas.
Acabamos sobre las 21:00. Fue una tarde frenética en la que aprendí a decir algunas cosas en francés gracias al método de Valeria, una especie de traducción mediante signos a la que se iba sumando gente de cuando en cuando. A veces parecía una timba de pócker. Salimos del trabajo con la sensación de que nos habíamos quitado un peso de encima. Loreto propuso un improvisado plan:
- ¿Por qué no nos quedamos por la zona, cenamos algo y nos relajamos un poco?.
No era mala idea y nos fuimos al "Possío". Hacía un montón de tiempo que no entraba allí. De ese lugar me echaron borracha perdida hace ya unos 5 años. Lo bueno de los bares es que los camareros no suelen durar mucho, así que no había ninguno que me sonase. La cena estuvo amenizada por Diego que, copa de vino en mano, nos contó todo tipo de anécdotas sobre sus relaciones con los hombres. Era el alma del local que iba cambiando la clientela de última hora de la tarde por parejas y grupitos de gente joven.
Pensaba irme rápido porque ya empezaba a notar que la noche iba a ser larga. Me levanté:
- Muy bien, Azu. Me has leído el pensamiento. Venga, pincha ahí en la juke una canción marchosita - gritaba Diego.
- Vale, pero no hace falta que lo pregonees que estoy a tu lado. Aunque luego me iré yendo que estoy cansadísima.
- ¡Que te vas a ir tú!. De aquí no se va nadie hasta que acabemos todos a gatas. Bueno, a Diego ya le falta poco... - decía entre risas Valeria.
Me acerqué a la juke y... ¡mierda!, metí una moneda de 2€ y no me daba vueltas. O sea, que iba a haber música para rato. Puse una canción de Britney Spears que me encanta y que, de paso, nos hizo descubrir que había nacido una estrella: "Oops, I did it again". Y es que Raúl saltó de su silla y se puso a moverse con un ritmo dinámico. Daba pasos de profesional. A mí ya me parecía que estaba viendo a los NKOTB, mis ídolos de todos los tiempos.
- Vaya, Sofi. A mi me dejas a este palomo una noche y te lo vuelvo cojo del todo - le dijo Diego a Sofía.
Con la apertura del baile vinieron otras canciones y el tequila. También apareció por nuestra mesa el vodka. Lo que debimos beber hizo crecer el PIB de Mexico y Rusia en un suspiro. Llegó un momento en el que sólo apreciaba, porque ver ya no veía demasiado, botellas vacías. El local entero comenzaba a girar a mi alrededor, porque yo pensaba que simplemente estaba parada y de pie cuando era precisamente lo contrario.
Dependiendo de si teníamos más cantidad de tequila o vodka la música oscilaba entre rancheras de despecho (que para eso Paquita la del Barrio sabe lo que hace) o canciones movidas que nos hacían soltarnos la melena (Diego se la soltaba simbólicamente a lo Carmina Ordóñez, y Nuria no se la soltaba porque es de pelo corto, pero de pelo corto de lesbiana no reconocida). Acabamos cerrando el bar ya sabe Dios a qué hora. Si hasta creo recordar que queríamos ayudar a limpiar a los camareros que quedaban y todo.
Lo siguiente fue irnos a una placita a tirarnos en el suelo. Yo tuve mucha suerte. Me tiré directamente sobre la tierra que estaba humedecida y sólo puedo decir que nunca más me podré volver a poner esa falda de Devota & Lomba en la vida. Pude aprovechar para dormir un poquito tirada en ese lodo (casi como el bolero de Los Panchos). Más tarde, Raúl propuso seguir hasta el final y qué mejor que irnos a desayunar todos juntos.
¡Vaya por Dios!. No se les ocurre otra cosa que ir a Macadamia, una cafetería que sirve unos desayunos con mucho encanto y que es un lugar con mucho más encanto si cabe. Allá que entramos nosotros. Parecíamos sacados directamente de un tornado. Unos pelos, unos ojos, mi falda, todos oliendo a alcohol en un radio de acción de kilómetros...
No nos dijeron nada, pero las miradas del personal y de la clientela lo decían todo. Por suerte soy de esas personas que siempre llevan en su bolso unas gafas de sol. Me las puse y pude disimular un poco el estado de resaca. Desayunamos en total silencio. Nadie decía nada. El único ruido que se escuchaba en nuestra mesa era el de las cucharillas y los morreos de campeonato que Raúl le daba a Sofía.
- Hijo, Raúl. Que no se te acaba la energía ni a base de inyectarte calmantes. ¡Qué barbaridad! - respondía indignada Loreto.
- Pues ya sabéis por qué estoy tan contenta en el tema cama con este fuera de serie -replicaba Sofía defendiendo lo suyo.
Ya no daba tiempo a otra cosa más que a ir a trabajar. La mañana de hoy transcurrió para nosotros 6 sin movernos de nuestras mesas. Mi jefe apareció, me miró, preguntó por la jornada de ayer y concluyó aconsejándome que no siguiese con ese "perfume" que olía como a bebida alcohólica. Hoy no hubo ni salita:
- ¡Pero esto qué es!- se escuchaba gritar a Marisa - Debió ser bueno el homenaje que os pegásteis ayer porque por la salita no huele ni a café.
Marisa estaba radiante:
- Es que ayer mi marido me dio un viaje. Como te lo cuento. Lo que hace mandar un poco a la suegra con sus otros hijos.
Como el lunes había sido duro, hoy pudimos salir antes. En el ascensor surgieron las típicas charlas de comentarios de las "mejores jugadas":
- Os juro que no recuerdo nada - les dije.
Y al momento estallaron en risas.
- Pues menos mal. Yo recuerdo exactamente todo lo que hiciste en el Possío. A ti lo de beber no es algo que hagas habitualmente, ¿verdad? - me dijo Diego.
Total, que estos son algunos de mis mejores momentos:
1.- Me quité la blusa y le pedí a unas chicas que tocasen la zona de mi escote para demostrar que la crema que estoy echándome es muy eficaz.
2.- Cuando bebo mucho, meo más. Y lo que no sabía es que dejé en un rincón del Possío un regalito en forma de charco, y en el parque ni me escondí para orinar.
3.- Llegó un momento en el que parecía que bebía, pero no. El vaso no llegaba a mi boca porque ya antes me lo había derramado por la blusa que había dejado abierta.
4.- Les conté a unos estudiantes japoneses de intercambio que iban por la calle mi historia con Fernando y su hijo. Aquí no hizo falta explicarles a mis compañeros de trabajo nada sobre mi situación porque lo conté bastante bien por lo visto.
No puedo obviar el momento del parque en el que acabé de estropear la falda al tirarme "a rolos" varias veces por la pista de skate que había.
He quedado como una pailana que no sabe beber. Y no me importa demasiado ya que esto me ha acercado mucho a mis compañeros de trabajo. Ya casi se pueden considerar amigos.
El resto del día ha transcurrido entre un baño de espuma y una siesta en el sofá que me provocó el estar hablando por teléfono con Alejandro. Ni me acuerdo de lo que me contó. Creo que era algo de que estaba en Viena y que si la Ópera, etc. Y casi ni he pensado en su padre. De repente hasta tengo ganas de que vuelva Alejandro. ¿Qué estará haciendo en Viena?, ¿me lo contó el otro día y no le habré hecho caso?.